Y ahora, mientras me desvelo junto a mi nenita que duerme, pienso en cómo he vivido mis años y cómo en unos meses tenerla le cambió el sentido a todo y me enseñó a apreciar de otra manera y de a poco aprender a disfrutar. Disfrutar de la gente, de los lugares, del momento que se vive ahora y que luego no existirá.
Es que es cierto que creerse el ombligo del mundo hace que se esté muy encerrado en la cabeza propia, y no se goce de lo que está sucediendo. De repente, lo importante no era el qué sino el cómo.
Y espero acordarme de esto y no olvidarlo y lo anoto, y lo anoto porque el sentido de esa frase me dice no te martirices para bajarte el ego y ser mejor, sino que disfrutes de cada instante, no juzgues, no critiques, goza. El crecimiento es paulatino, y lo que lo incentiva no es forzarte a ello, sino lo que te hace bien, lo que te hace feliz.
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